El otro día conversaba con Ari sobre eso – sobre cómo es enamorarse ahora y sobre dónde están las mariposas – y mientras intercambiábamos experiencias, frustraciones y preguntas sin respuestas, una más grande surgió, ¿Qué pasó con el romance? ¿Cuándo el desinterés se volvió atractivo? ¿Desde cuándo mostrar que te importa alguien es visto como debilidad?
Ella me contaba que, después de un día duro, le escribió al chico que le gusta solo para decirle: “Hoy no te vi”. Una frase simple, dulce, vulnerable.
Él solo respondió con un “Yo tampoco, peroooo bueno”…
Y enseguida cambió de tema para hablar de un mango.
Sí, un mango. Literal. ¿Será esta la nueva realidad? ¿No se supone que alguien con interés habría dicho “yo también te extrañé” o propuesto verse?
¿Desde cuándo hacer espacio para el otro se volvió opcional?
Y yo, por mi parte, le contaba sobre el chico con el que estoy hablando.
No responde. Se desaparece un fin de semana entero sin decir nada.
Y cuando por fin nos vemos, hablamos dos minutos de absolutamente nada. Después, me lanza un:
“Si no podemos vernos un día, entonces nos veremos la otra semana” como si la conexión emocional pudiera guardarse en el fondo de una tote bag y sacarse cuando haya tiempo.
Y ahí estoy yo, en mis mocasines más brillantes, caminando confundido, tratando de entender si esto es desinterés, desorganización emocional o simplemente el nuevo lenguaje del amor.
Porque si apenas nos estamos conociendo, si supuestamente hay interés,
¿por qué no hacer espacio para que eso crezca?
¿Dónde quedó la emoción de descubrir al otro, de hacer planes tontos, de mandar un “pienso en ti” sin temor a parecer intenso?
¿Es esto la muerte del romance y de las ganas de enamorarse y sentirlo todo?
Y mientras sigo dándole vueltas, aparece la historia de esta amiga
Le preguntamos a su pretendiente si le gustaba, y lo único que dijo fue: “Ella es muy linda.”
Nada más.
Nada que confirme, que afirme, que abrace la verdad.
Solo un piropo genérico envuelto en una evasión.
Parece que ahora hay que medir cada palabra, cada emoji, cada “me gustas” no dicho.
Y mientras más fríos, más atractivos.
Más indiferentes, más deseables.
Romantizar se volvió un crimen.
Decir “te extraño” suena a desesperación.
Y demostrar que te importa alguien… bueno, eso es casi tan arriesgado como decir te amo en la primera cita.
Y ahí estamos nosotros, mi grupo de amigas y yo, todos confundidos, llenos de dudas, preguntándonos si lo que sentimos es válido, si deberíamos reprimirlo un poco más. Nos damos consejos contradictorios: “no le escribas, que te busque él” o “pero si te gusta, ¿por qué no decirlo?”. Estamos atrapados entre la lógica del desapego y el deseo profundo de ser correspondidos.
¿ha muerto el romance?
¿O solo se ha disfrazado de juegos mentales, respuestas evasivas y promesas a medias?
¿Será que en lugar de enamorarnos, ahora solo nos interesamos temporalmente?
Tal vez el romance no ha muerto, pero está escondido.
Debajo de capas de miedo, orgullo y notificaciones sin responder.
Bajo abrigos oversized y frases que no se atreven a salir.
Pero yo, en lo más profundo, aún tengo esperanza.
Espero un mensaje que diga “me encantó verte” sin miedo a sonar cursi.
Un gesto simple.
Una mirada sincera.
Un interés real.
Porque si algo sé, es que el romance no debería doler, ni confundirte, ni hacerte sentir que estás pidiendo demasiado solo por querer algo auténtico.
Tal vez el romance está esperando a que dejemos de temerle. A que dejemos de buscar en la basura.
A que alguien, cualquiera de nosotros, se atreva a decir:
me gustas. me importas. quiero más de ti.
Sin rodeos. Sin desaparecer. Y sin hablar de mangos.
El desinterés que se halla en las relaciones de hoy en día puede tener muchas explicaciones, pero creo fielmente que una de ellas está ligada al famosísimo término "dopamina". Queremos lo rápido. Queremos lo sencillo. Queremos lo fácil. Buscamos aquello que nos otorgue una explosión máxima de emociones y sentimientos, aquello que nos fascine y nos entretenga por un rato. Pero cuando eso "se apaga" (porque no es literalmente, en mi opinión) es cuando se comienza a cultivar de verdad. Las relaciones y vínculos son raíces que se incrustan en la tierra pero que llevan tiempo crecer y endurecerse. Sin embargo, al parecer se ha puesto de moda eso: lo rápido, lo sencillo y lo cómodo. Ojalá se normalizara más el afecto, la atención, el habla, la vulnerabilidad y el demostrar el interés. Que vuelvan aquellas relaciones donde darlo todo era dar lo mínimo.
Muy carrie